Intercambio cultural II

El día que estreno mi bici me voy al Pompidou. He atravesado el boulevard Magenta en obras, me he equivocado de calle y he ido en dirección contraria la mayor parte del trayecto. Por fin he llegado. Sólo me ha llevado un cuarto de hora ponerle los candados a la bici.

Me siento frente al museo. Voy a disfrutar del anticipo de la primavera. Saco el tabaco y empiezo a liarme un cigarrillo. Lo enciendo. Cojo La insoportable levedad del ser, abro el libro. Leo la primera línea.

Se acerca un tipo y me invita a tomar algo. Rechazo la invitación y le doy las gracias. Vuelvo a mi libro y el tipo se sienta a mi lado. Le digo que quería leer pero no parece escucharme. Me pregunta si tengo novio. Le digo que sí.

Me dice que es de Mauritania, le digo que sería incapaz de situar su país en un mapa.

Me pregunta si alguna vez he follado con un negro. Me río. Me dice que es algo muy europeo: tienes un novio, lo dejas en su casa, te vas a una discoteca y te follas a un negro en los baños.

Me dice que debería probar. Me río y le digo que no creo que mi novio estuviese de acuerdo. Él me dice que mi novio no tiene que saberlo y que seguramente, en ese mismo momento mi novio estará en unos baños follando con una negra. Le digo que no lo sé.

Me dice que los negros tienen más potencia sexual y que en la vida hay que probarlo todo. Estoy entre la espada y la pared: no sé cómo decirle que no es porque sea negro, sino porque no quiero follar con él.

Suena mi teléfono. Alargo la conversación hasta que el tipo se aleja y se sienta al lado de otra chica.

Marco el teléfono de Barreiros, pero antes de que dé señal cuelgo. No quiero saber si el tipo tenía razón.

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